Guillermo Pérez-Aranda.
Nací, para bien o para mal,
artista y, además, soy raro y algo excéntrico. Así son los gajes de este oficio
y no voy. Cuando se es artista y conocido, esas rarezas se vuelven geniales y
todo el mundo las imita o las critica; en cualquier caso, se tienen en cuenta,
pero, cuando el artista es anónimo, las extravagancias no ayudan demasiado
convirtiéndose en claros obstáculos para subsistir en sociedad.
Han dicho de mí que he sido un
artista obsceno y también se ha comentado, en algún castizo mentidero de
parroquianos beodos y aparentemente sinceros que, si soy inteligente, lo soy,
sobre todo, como creador y que si estoy en este mundo es para hacer arte porque
para otra cosa, no sirvo.
La literatura fue, en una primera
aproximación, un refugio para mí en un mundo que me era hostil, contando
historias mientras me aislaba del mundanal ruido. Durante mi adolescencia
estuve más vinculado al mundo de la música, pero, primero por el nacimiento de
mi hija y después porque, quizá la música no me podía permitir expresar todo lo
que había en mi mente y en mi corazón, al final de mi veintena, decidí
zambullirme de lleno en las letras para ahogarme y renacer de nuevo como un ave
fénix literaria que ya sólo tenía como propósito en la vida: leer y escribir.
Publicaciones
Poesía Versalias: cavilaciones de un poeta calvo
Novela; revelación El milagro te mata.
FOTOS
Un magnífico escritor.
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